jueves, 12 de noviembre de 2009

La Mirada como Metáfora del Conocimiento

Aristóteles fue el primer pensador que trató sistemáticamente el tema de la metáfora. Usar metáforas, según Aristóteles, es descubrir la semejanza entre cosas diversas; es decir, que el entendimiento volcado a captar lo que las cosas son, descubre, además, relaciones entre los entes.
“Es con todo grandemente importante saber usar convenientemente de cada una de las cosas dichas: palabras dobles y peregrinas, pero lo es mucho más y sobre todo, el saber servirse de las metáforas, que, en verdad, esto sólo no se puede aprender de otro, y es índice de natural bien nacido, porque la buena y bella metáfora es contemplación de semejanzas.”
Pero, ¿qué es lo semejante?
Aristóteles nos dice que semejantes son dos cosas diversas que tienen una cualidad común. La metáfora se produce en virtud de una analogía que se hace presente en el entendimiento. La metáfora es una proporción de semejanza.
Tratando el tema de la metáfora del conocimiento, es preciso partir del hecho de que desde siempre el hombre ha tratado de indagar acerca de la naturaleza del conocimiento, llegando a la conclusión de que el conocimiento es indefinible. Podemos caracterizarlo, describirlo, pero, en sentido estricto, no podemos definirlo. La respuesta es sencilla: cualquier definición que intentemos dar, difícilmente va a ser más clara que lo definido.; o sea, es tan clara la experiencia que tenemos del hecho de conocer que todo intento de definición, inmediatamente, lo oscurece. Por esta causa, cada vez que queremos penetrar en la naturaleza del conocimiento, recurrimos a términos metafóricos.
Una forma para explicar la esencia del conocimiento está en la metáfora de la visión, es decir, que el conocimiento se ha pensado en términos de visión sensorial. Se piensa el conocimiento como un proceso de “descubrimiento”, la realidad está oculta y no se deja “ver”. Conocer consiste entonces en “descubrir”, lo que significa correr el velo que oculta la realidad. Así decimos que el conocimiento brota del “asombro”, o sea, “sin sombras”. Tan habituados estamos a la utilización de estas metáforas que nadie se sorprende al preguntársele si “ve con claridad un problema moral o matemático” cuando en realidad, no se puede (literalmente hablando) ver lo que es inmaterial o abstracto.

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